Tengo herida la memoria
de pasado, se desborda,
sangra recuerdos
de infancia moribunda.
Pare temores de ausencia
sin distancia, huérfana,
la vida se une a la muerte.
Le regala mis amores,
me desnuda.
Tiembla mi voz, demudada,
es un sonido agudo,
chilla, se agita,
no hay sonido.
¡Qué terrible es la muerte anunciada
que no llega!
Que absurda la vida en fuga
que la espera.
Horizontes negros anegan el paraíso,
la brevedad de la existencia propia,
crece, se anida en la hundida mirada
que nos busca.
No hay oración vacía,
hay cielos sordos
en la palma de mis manos
que gritan incansables.
Ya no llueve,
la niebla se extiende,
y el sol se niega a iluminar
los días.
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