Dijiste...
Sí.
Hay que arder en el infierno frío
De tus ojos de fuego.
Mojarse en las orillas de la fuente
de tus deseos para conocer el cielo.
Mil paraísos se guardan en el borde de tus labios.
Y la hondonada de tu beso es un sinfín de benevolencias.
Cálidas, tus manos son mariposas liberadas
en el jardín de mi cuerpo.
La cascada de mis ansias que viene
como río abajo por sobre tus hombros,
es una capa de seducciones disfrazadas.
Marmolea esfinge, hay que conocer los recodos
de tu camino para no equivocar el paso,
y en la promesa de tu silente mirada, caer.
Eres la semblanza total del amor y el deseo.
De la noche creciente y el día moribundo.
Hay que amarte a ciegas para afinarse el tacto.
Para escuchar el arpegio de tus notas liberadas.
De tu explosión inextinguible.
Laura Zyanya Bastida
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