Uno se acostumbra a
la soledad, a los pasos pequeños, a los silencios largos, al tic-tac incansable
de un reloj sin tiempo...
Con cuanta facilidad
se deja de mirar los horizontes, las hojas que caen en otoño y los brotes que
surgen en la primavera. Respirar se vuelve tan cotidiano que algunas veces no
le damos importancia al ritmo que nos permite la vida, al rayo de luz reflejado
en el charquito que ha dejado la lluvia en una tarde sin viento.
¿Cuántos "te
quiero" se han quedado sin voz?¿ Cuánto hemos dormido con los ojos abiertos? ¿Cuántos sueños han sido condenados a no ser más?
Ir sin ruta hace
sentir que se está en el mismo sitio pero corriendo siempre, hacia todos lados
sin llegar a ni ningún lugar.
La prisa por cosas
que jamás nos llenan y siempre nos vacían... El tiempo sin tiempo para todos
los que importan.
Con tanta carga de
cosas inservibles se nos arquea la espalda, y nos ocupan los brazos que se
olvidan de sostener al que cae, de abrazar a quien nos espera siempre soñando
que un día al fin será diferente.
Y los días se van, y
el tiempo no vuelve...
¿Cuántas olas de mar
hemos dejado de mirar porque tememos mojarnos los pies si pisamos su orilla?
Entre el bullicio
incesante dejamos de escucharnos, el corazón nos grita y lo ignoramos casi siempre.
Hay tantas montañas
que nos esperan, no para ser conquistadas, sino para contemplar desde ellas las maravillas que aún se extienden en el horizonte... Y nos hemos vendado los ojos,
porque "ojos que no ven..."
¿Hace cuánto no
respiramos un amanecer por el simple placer de hacerlo a solas?
La soledad no es un
lastre, es una voz cierta cuando uno se permite asomar hacia dentro, es un espejo limpio y un cuaderno en blanco donde mucho se puede anotar.
Con la soledad como compañía, llorar es tan
valido como reír cuando no hay otra forma de gritar una pena o compartir una alegría, lo no permitido,
es levantar muros que nos aíslen, crear un mar y permitirnos el naufragio, aferrarse a una soledad malentendida, y que en ella nos ahoguemos porque no hay una mano que nos sostenga, un muelle hacia el cual nadar, o una isla donde
antes ya hemos ayudado a llegar a otros.
Zyanya@
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